by José Antonio Ramos Sucre
Translated by Guillermo Parra
The indifferent page proclaims from a raft the countryside cereals. He negotiates the narrowness and vortex of the sedentary river. A rice paper hat defends his smooth, sculptural person.
An old man with empty eyes executes a desolate music on his bamboo shepherd’s flute. He lives off alms at the entrance of my lacquer and porcelain trinkets store. At one point he refers to his captivity in the hideout of some highway robbers embittered by his sight, distrustful of his practice of the terrain.
I exercise the even business of a shopkeeper in a withered city. I attain no amusement save the death of a beggar on the street and the cremation of his cadaver amidst a racket of scamps or otherwise the torture of a parricide sagaciously crushed and quartered by the executioner.
The page owes me his rearing. I saved him from succumbing amid some ruins, during a war with the pirates of Europe. The invader’s arms devastated the marble bridge of a metropolis and printed the dye of charcoal and soot on the effigies of some decorative lions. I discovered the infant in a wicker basket, abandoned by his servers in an orchard of camellias and hydrangeas. The smoke from the battle was offending the lofty wisteria, of aerial garland, with a blue flower.
The old man with the empty eyes encourages my hope in the effects of good and promises me fortune’s grace. He ignores my diligence in defending a privileged child.
I have followed the conduct of a fisherman in an honest episode and I imagine the visit of a princess with an ivory semblance, afflicted by the loss of a son. Her faculties should rescue me from penury.
El cielo de esmalte (1929)
http://venepoetics.blogspot.com/search?updated-max=2012-08-09T15:35:00-04:00
José Antonio Ramos Sucre
EL CIEGO INFALIBLE
El doncel indiferente pregona desde una balsa los cereales de la campiña. Sortea la angostura y el vórtice del río sedentario. Un sombrero de paja de arroz defiende su persona lisa, escultural.
Un anciano de ojos vacíos ejecuta una música desoladora en su caramillo de bambú. Vive de limosna a la puerta de mi tienda de abalorios de laca y de porcelana. Refiere alguna vez su cautiverio en el escondite de unos salteadores encarnizados con su vista, recelosos de su práctica del terreno.
Ejercito el menester igual de comerciante en una ciudad mustia. No alcanzo ningún esparcimiento sino la muerte de un mendigo en la vía pública y la cremación de su cadáver en medio de una algazara de pilletes o bien el suplicio de un parricida estrujado y desarticulado sagazmente por el verdugo.
El doncel me debe su crianza. Yo lo salvé de sucumbir en medio de unas ruinas, durante una guerra con los piratas de Europa. Las armas del invasor devastaron el puente de mármol de una metrópoli e imprimieron el tinte del carbón y del hollín sobre las efigies de unos leones decorativos. Yo descubrí al instante en una cesta de mimbre, abandonado de sus servidores en un vergel de camelias y hortensias. El humo de la batalla ofendía la glicina rozagante, de guirnalda aérea, de flor azul.
El anciano de los ojos vacíos alienta mi esperanza en los efectos del bien y me promete una gracia de la fortuna. Ignora mi diligencia en defender a un niño privilegiado.
He seguido la conducta de un pescador en un episodio honesto e imagino la visita de una princesa de semblante de marfil, atribulada con el extravío de un hijo. Sus dones deben de rescatarme de la penuria.
El cielo de esmalte, 1929
José Antonio Ramos Sucre
Obra poética
Buenos Aires, Sudamericana, 2001, p. 374
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